MARTES 23 DE OCTUBRE DE 2007
David y yo
LA SIMPLEZA DE NITO
Anteayer hablé con Nito (ya sabéis de quien hablo). Este chico nunca dejará de sorprenderme. Estábamos en su casa cenando él, su mujer, David y yo. La verdad es que no sé por qué seguimos yendo a estas cenas, si siempre acabamos discutiendo. Le jode que me haya casado, le jode tener que invitar a David, pero su escrupuloso cínismo le impide actuar como quisiera. Así luego sube a un podio a decir que va a anular todas estas uniones que “no son matrimonios.” Y mientras piensa en cómo propiciar otra manifestación por la familia, ofrece, con una sonrisa forzada, un poco más de atún toro a David. David se comporta como un santo y sonríe lo más amablemente que puede, niega con un gesto de la mano, no quiere más, gracias.
Me pregunto a menudo por qué en estas uniones alimentarias acaban siempre saliendo temas polémicos. Es decir, si incluso con los amigos que más tenemos en común encontramos problemas en determinados asuntos para ponernos de acuerdo, qué esperar de alguien con quién no tienes nada en común excepto la sangre, o eso dicen. Cualquier día de estos acabo pidiendo un test de sangre de esos, tipo de paternidad, pero de “primidad”. A mi que alguien me demuestre que somos familia, porque…
Como ya sabéis, hace tiempo me propuse hacerle caer, y lo vengo contando en este blog. No me malentendáis, no es por maldad. Es que creo que es una forma justa de propiciar la justicia, valga la redundancia. No lucho con la fuerza, sino con la inteligencia. Si él no es lo suficientemente inteligente como para escaparse a mis argucias, es que no merece estar donde está. ¿O no?
El caso es que estábamos discutiendo sobre el medio ambiente y el daño que hacen las multinacionales. Que si nos estamos cargando el planeta, decía David. Que si las multinacionales no afectan tanto como dicen los medios, decía Nito. Y cada uno con su tesis, uno defendiendo la Naturaleza y los recursos naturales y el otro defendiendo las grandes empresas y los recursos económicos…de unos pocos, está claro. Su mujer trinchaba la carne amargamente, como siempre. Ella impecable, con sus castas perlas, su traje pastel y sus medias claras. El maquillaje sencillo, apenas un toque de rimel y de sombra, un ligero brochazo en las mejillas, un tono melocotón apenas perceptible en los labios. La alianza en su mano izquierda, las uñas limadas pulcramente. El pelo castaño apenas le roza los hombros, perfectamente alisado con las puntas apenas apuntando hacia el cuello, suaves destellos rubios intercalados estratégicamente a lo largo y ancho de toda su cabeza pequeña. De pronto, una ira fugaz recorre sus pupilas y piensa para sí “a quién le importa.” Yo lo he notado, pero no he dicho nada al respecto. He levantado la mano con simulada timidez, como cuando éramos niños en el colegio y pedíamos permiso al profesor. “Disculpa Nito, ¿puedo decir algo?” “Claro Marquitos, adelante” me responde con suficiencia, mientras aprieto ligeramente la pierna de David por debajo de la mesa, y le miro como pidiéndole también permiso, pero él ya entiende que tramo algo. “No quiero ser partidista, solo hablo por experiencia. El caso es que hay una realidad que es la polución, que sí que es más alta que hace unos años, evidentemente. No es lo mismo el Planeta en la Edad Media cuando no había industrias, que hoy en día, que ya hemos pasado la Revolución Industrial, y seguimos creciendo. Pero así como han crecido las industrias que crean polución, también han evolucionado los conocimientos y las empresas que sanean ese daño. Y hay otro hecho que, como tu ya sabrás, Nito, es que los medios venden que hay un daño ecológico irreversible porque interesa a la lucha política. De hecho, la oposición, sea del lado que sea, siempre critica la política medioambiental del partido en el poder. Y el daño real no es tan grave, el agujero en la capa de ozono no ha crecido desde que se tuvo conocimiento de él porque se ha luchado para evitar su crecimiento.”
Nito sonrió entre satisfecho y sorprendido, supongo que no esperaba mi apoyo. Laura, ojiplática me miraba. Dudaba entre reventar junto a su yugular o estallar en una sonora carcajada junto a David que, a mi lado, apretaba los dientes y los labios para no morir de la risa. Por supuesto, ellos dos se dieron perfecta cuenta, pero ambos callaron. El resultado de mi treta no hace falta que os lo cuente, basta con que veáis las noticias de hoy…
Ahora estoy pensando en cómo convencerle de que hable de algo que no tiene como si fuera suyo, como algo real. Estoy dudando entre su chalet en Mónaco o su “hija Paola, creciendo en este duro mundo”.
Ya os iré contando novedades…
Anteayer hablé con Nito (ya sabéis de quien hablo). Este chico nunca dejará de sorprenderme. Estábamos en su casa cenando él, su mujer, David y yo. La verdad es que no sé por qué seguimos yendo a estas cenas, si siempre acabamos discutiendo. Le jode que me haya casado, le jode tener que invitar a David, pero su escrupuloso cínismo le impide actuar como quisiera. Así luego sube a un podio a decir que va a anular todas estas uniones que “no son matrimonios.” Y mientras piensa en cómo propiciar otra manifestación por la familia, ofrece, con una sonrisa forzada, un poco más de atún toro a David. David se comporta como un santo y sonríe lo más amablemente que puede, niega con un gesto de la mano, no quiere más, gracias.
Me pregunto a menudo por qué en estas uniones alimentarias acaban siempre saliendo temas polémicos. Es decir, si incluso con los amigos que más tenemos en común encontramos problemas en determinados asuntos para ponernos de acuerdo, qué esperar de alguien con quién no tienes nada en común excepto la sangre, o eso dicen. Cualquier día de estos acabo pidiendo un test de sangre de esos, tipo de paternidad, pero de “primidad”. A mi que alguien me demuestre que somos familia, porque…
Como ya sabéis, hace tiempo me propuse hacerle caer, y lo vengo contando en este blog. No me malentendáis, no es por maldad. Es que creo que es una forma justa de propiciar la justicia, valga la redundancia. No lucho con la fuerza, sino con la inteligencia. Si él no es lo suficientemente inteligente como para escaparse a mis argucias, es que no merece estar donde está. ¿O no?
El caso es que estábamos discutiendo sobre el medio ambiente y el daño que hacen las multinacionales. Que si nos estamos cargando el planeta, decía David. Que si las multinacionales no afectan tanto como dicen los medios, decía Nito. Y cada uno con su tesis, uno defendiendo la Naturaleza y los recursos naturales y el otro defendiendo las grandes empresas y los recursos económicos…de unos pocos, está claro. Su mujer trinchaba la carne amargamente, como siempre. Ella impecable, con sus castas perlas, su traje pastel y sus medias claras. El maquillaje sencillo, apenas un toque de rimel y de sombra, un ligero brochazo en las mejillas, un tono melocotón apenas perceptible en los labios. La alianza en su mano izquierda, las uñas limadas pulcramente. El pelo castaño apenas le roza los hombros, perfectamente alisado con las puntas apenas apuntando hacia el cuello, suaves destellos rubios intercalados estratégicamente a lo largo y ancho de toda su cabeza pequeña. De pronto, una ira fugaz recorre sus pupilas y piensa para sí “a quién le importa.” Yo lo he notado, pero no he dicho nada al respecto. He levantado la mano con simulada timidez, como cuando éramos niños en el colegio y pedíamos permiso al profesor. “Disculpa Nito, ¿puedo decir algo?” “Claro Marquitos, adelante” me responde con suficiencia, mientras aprieto ligeramente la pierna de David por debajo de la mesa, y le miro como pidiéndole también permiso, pero él ya entiende que tramo algo. “No quiero ser partidista, solo hablo por experiencia. El caso es que hay una realidad que es la polución, que sí que es más alta que hace unos años, evidentemente. No es lo mismo el Planeta en la Edad Media cuando no había industrias, que hoy en día, que ya hemos pasado la Revolución Industrial, y seguimos creciendo. Pero así como han crecido las industrias que crean polución, también han evolucionado los conocimientos y las empresas que sanean ese daño. Y hay otro hecho que, como tu ya sabrás, Nito, es que los medios venden que hay un daño ecológico irreversible porque interesa a la lucha política. De hecho, la oposición, sea del lado que sea, siempre critica la política medioambiental del partido en el poder. Y el daño real no es tan grave, el agujero en la capa de ozono no ha crecido desde que se tuvo conocimiento de él porque se ha luchado para evitar su crecimiento.”
Nito sonrió entre satisfecho y sorprendido, supongo que no esperaba mi apoyo. Laura, ojiplática me miraba. Dudaba entre reventar junto a su yugular o estallar en una sonora carcajada junto a David que, a mi lado, apretaba los dientes y los labios para no morir de la risa. Por supuesto, ellos dos se dieron perfecta cuenta, pero ambos callaron. El resultado de mi treta no hace falta que os lo cuente, basta con que veáis las noticias de hoy…
Ahora estoy pensando en cómo convencerle de que hable de algo que no tiene como si fuera suyo, como algo real. Estoy dudando entre su chalet en Mónaco o su “hija Paola, creciendo en este duro mundo”.
Ya os iré contando novedades…
Creado por : EL PRIMO en 13:00 PM 0 COMENTARIOS
VINCULOS A ESTA ENTRADA
ETIQUETAS: TRASTADAS AL PRIMO DEL PRIMO
5 comentarios:
Esto... Y el zepelin, que guarda en su chalet a las afueras de Saturno, ¿de eso no habló? jeje
jajaja, todo se andará, dale tiempo al primo de Rajoy....
Tomo nota, Dama Zoe. Y copipego, claro.
Zoe, si baila usted como escribe entenderé su ausencia de los miércoles. El taller de literatura comestible le espera con los brazos abiertos.
Besos.
Rímini.
Hola!
He llegado a tu blog a través de otros muy interesantes.
Una pregunta: ¿Por qué te relacionas con ese tipo de gente? Seguramente lo has dicho anteriormente.
Enhorabuena, hacéis una pareja muy bonita.
Publicar un comentario